miércoles, 2 de febrero de 2011

Cielo oscuro. Son las cinco de la tarde pero las nubes son tan negras que parece estar anocheciendo. Hace frío y el viento sopla fuertemente. La gente busca cobijo, es normal, hace un día de perros, pero no me muevo. Permanezco inmóvil sentado en un banco de la avenida. Estoy esperando a una persona.
Pasan los minutos y me pregunto si aparecerá. Llevo varios días sin verla, dice que ha estado ocupada, pero que quedaríamos hoy, por supuesto he aceptado y aquí estoy, con muchas ganas de verla.
Es la persona que amo. No llevamos mucho tiempo juntos, nuestro romance comenzó hace dos semanas. Las dos semanas mas felices de mi existencia.
Le he comprado un regalo. Es un brillante corazón rojo de porcelana. Me pareció bastante simple y bonito, espero que le guste.
Llega tarde, hace diez minutos que debería estar aquí pero no me importa. Seguro que estaba poniéndose guapa para mí, aunque no lo necesita.
 Una silueta aparece desde detrás de un edificio. No hay duda, es ella. Se acerca caminando y me levanto. La saludo.
-Hola
-Hola
-Te he echado de menos
-Si, he estado ocupada
Me meto la mano en el bolsillo de la chaqueta y agarro el corazón de porcelana, envuelto cuidadosamente en papel de regalo blanco. Saco la mano con el presente del bolsillo. De sus labios salen cuatro palabras.
-Tengo algo que decirte
La interrumpo.
-Y yo tengo algo que darte, espero que te guste
Le entrego el regalo. Su cara es de sorpresa, una cara de sorpresa bastante inusual. Lo abre con cuidado y sostiene mi corazón sobre la palma de su mano. Insisto.
-Dime, ¿Te gusta?
Me mira a los ojos, yo la miro a ella. Miro a sus ojos, tristes. Creo que no le ha gustado el regalo.
-Si, es muy bonito, pero tengo algo que contarte
Mi alegría se torna en miedo ante tales palabras, que nunca en mi vida han significado nada bueno.
-¿Qué te pasa? Me estás preocupando
-No sé cómo decirte esto
Mi miedo se convierte en pánico, pero en lo mas profundo de mi ilusa alma conservo la esperanza de que no sea nada grave.
-No te preocupes, simplemente dímelo
-Pues, es que no podemos seguir viéndonos
Hasta el más tonto sería capaz de predecir mi siguiente pregunta.
-Pero ¿Por qué?
-Porque no creo que lo nuestro vaya a funcionar y...
-¿Y?
Enmudece. Creo que sé por dónde van los tiros, pero aunque vaya a matarme con sus próximas palabras, necesito oírlas.
-He conocido a otra persona
Eso explica que haya estado tan ocupada. En ese mismo instante, una fuerte ráfaga de viento sacude su cuerpo y el corazón rojo de porcelana cae al suelo, rompiéndose en cuatro trozos. Qué ironía.
-Lo siento
Mi tono se acelera, como mi corazón roto.
-¿Que sientes el qué?
-Por favor no te pongas así
-¿Y cómo debería ponerme?
-Lo sé, si en realidad te entiendo, mira, eres un chico estupendo, y me has hecho sentir muy bien a tu lado
No entiende nada, ni yo tampoco, ¿Por qué me deja si soy tan bueno? Mi cara es la cara de la amargura, pero ella prosigue.
-Estoy segura de que pronto encontrarás a alguna chica estupenda
Ya tenía a una chica estupenda, o eso creía. Creo que ya he oído bastante.
-Para, por favor no sigas, creo que no eres consciente del daño que me estás haciendo ¿Cómo puedes ser tan fría?
Sus ojos entristecen y una lágrima cae por su mejilla. ¿Por qué llora? ¿Por qué no lloro yo?
-Yo no quería que esto fuera de esta manera, ¿Qué quieres que haga? ¿Que te mienta?
Si al final hasta lo ha hecho bien, creo que si esta conversación se alarga un poco más, va a resultar que la culpa de que me deje la tengo yo y todo.
-Podrías haberlo pensado antes de hacerme ilusiones
-Lo sé, y lo siento mucho, pero no puedo hacer nada, son mis sentimientos
-Supongo que es lo mejor
Lo mejor para ella.
-Si quieres podemos seguir siendo amigos
No.
-Si, ¿Por qué no?
El viento se para en seco. Empieza a llover un poco. Ella para de llorar.
-Bueno, yo me tengo que ir ya, siento mucho lo de tu corazón
Llevaba rato esperando que se disculpara, qué menos.
-Eres un cielo, hasta luego
-Adiós
Y dándome un beso en la mejilla se va a paso ligero, para no mojarse o para perderme de vista lo antes posible.
Vuelvo a sentarme en el banco. El cielo se cae. Es una de las tormentas mas fuertes que he visto en mi vida, pero me da igual mojarme. Me da igual todo.
Me quedo sentado, inmóvil, observando que, dentro de un charco, se encuentran los cuatro pedazos que antes formaban un corazón lleno de amor y felicidad.