martes, 31 de mayo de 2011

Dibujar su inicial por todos lados, e incluso en tu mano. Sonreír cuando te habla como si fuera lo más gracioso del mundo. Obsesionarte con las llamadas perdidas, su voz y sus mensajes interminables. Creer que su olor ha de formar parte de cualquier molécula de oxigeno que inspires, que sus pupilas y sus iris van a acabar de trastornarte, porque esos ojos marrones son encantadores. Tararear esa canción porque así te acuerdas de el en todo momento.
Eso, eso exactamente, es de lo que te hablaba.